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DESTRIPANDO EL MECANISMO DE LA CULPA

NO VIVES. SOBREVIVES

Estás cansada de estar enfadada desde que suena el despertador:

  • Que si levántate.
  • Que si desayuna todo.
  • Que si lávate los dientes.
  • Que si venga que no llegamos.
  • Que si habrás estudiado el examen.
  • Que si haz la cama antes de que salgamos.
  • Que si, que siiii,QUE SI, QUE SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII…

 

Con suerte no hay caravana, llegáis al cole y te queda sitio entre tanto coche apilado en doble fila.

Sueltas al niño a empujones, un cariño pórtate bien y sales pitando porque llegas tarde al trabajo.

Después de varios pitidos de otras madres histéricas, insultos y gritos llegas con cara de ira y refunfuñando donde sea que trabajes.

Te tomas un café requemado de la máquina y con tus compañeras te lías a criticar lo mal que lo hace todo tu hijo y que no te hace ni puñetero caso.

Al principio te calmas, porque ellas te cuentan lo mismo de sus hijos.

Pero en la soledad de tu puesto de trabajo y en la ausencia del ruido de palabras vacías con tus compañeras pasa algo.

Aparece ella, la inseparable, la innegociable, la que te está quitando años de vida.

LA CULPA.

La culpa es como una garrapata pegada a tu cuello que te chupa toda la energía que necesitas para vivir.

Te sientes culpable:

  • Por los gritos que le has dado para que se tomara la leche.
  • Por el empujón sin miramiento para que saliera del coche.
  • Porque con las prisas ni le has dado un beso de despedida.
  • Porque le has criticado con la primera que pasaba por allí.

 

Así que al volver a casa te vuelves complaciente, demasiado complaciente.

Das a tu hijo todo lo que te pide porque necesitas calmar esa culpabilidad.

Entonces tu hijo te huele el miedo y se aprovecha, tú también lo harías.

A la mañana siguiente vuelta a empezar.

Más que vivir sobrevives.

Para mi la culpa se acabó desde el momento que dejé de ser una egoísta manipuladora para convertirme en egoísta persuasiva.

Me perdoné por ser egoísta.

Dejé de ser la madre pesada metomentodo.

Empecé a verles para hablar con ellos y no de ellos.

Me lavé los oídos para escucharles y acompañarles sin agobiarles.

Abandoné la idea psicópata de que podía controlar lo que les pasara.

Lo mejor de todo es que me duermo cada noche muy tranquila.

Esta es una gran oportunidad para saber que lo mejor que puedes hacer por tu hijo es ser una madre egoísta persuasiva

NO ES MAGIA. ES COMUNICACIÓN